viernes, 21 de septiembre de 2007

Jueves, 19 de julio: mariscada en Tazones






Jueves, 19 de julio

A pesar de que todos los días comimos muy bien, y que Marigel nos preparó unas cenas muy ricas (la noche anterior, una nutritiva sopa de ajo), todos teníamos una gran ilusión por este día, pues sabíamos que tocaba comer marisco en Tazones.

El día amaneció muy nublado, amenazando lluvia. Al poco de iniciarse el viaje, la amenaza se hizo realidad, pero tuvimos la suerte de que justo antes de llegar a Villaviciosa, las gotas de agua cesaron.

Villaviciosa es una hermosa villa situada muy cerca de la costa. Tiene un alto valor como ciudad (hermosas casas blasonadas, palacios que aún se utilizan como vivienda, cuidados comercios, elegante ayuntamiento), pero aún más importante es su valor histórico, pues constituye el lugar en el que pasó la primera noche de su vida el emperador Carlos I, después de su arribada al pequeño puerto de Tazones. Aquí permaneció durante cuatro días para descansar y relajarse, pues le quedaba por delante una vida de intenso trabajo, responsabilidad y preocupaciones. Vimos la casa en la que habitó, que se conserva muy bien, paseamos por las calles e incluso nos dio tiempo a tomar unos “culinos de sidra”.

Antes de ir a comer al restaurante, paseamos por el puerto de Tazones. Es una gozada ver las casas de pescadores suspendidas en la montaña, aprovechando al máximo el escaso espacio que hay hasta el mar. En Tazones huele a mar, salitre, pescado…

Nuestro restaurante era “El Cantalín”, y estaba en lo alto de una pequeña loma sobre el mar. Comimos paté de cabracho y una parrillada de marisco exquisita; el “Albariño” contribuyó a nuestra alegría, y lo pasamos francamente bien. Hay que disfrutar de estos momentos.

Por la tarde, nos dirigimos a Entralgo (concejo de Laviana, ya cerca de Campo de Caso), donde se encuentra el “Museo de Armando Palacio Valdés). Este escritor, nacido en esta aldea en los años 30 del siglo XIX y fallecido en Madrid en el año 38, tiene una obra literaria muy interesante, entre la que destaca “La aldea perdida”, ambientada en estas montañas. La novela describe la evolución sufrida por estos pueblos, que pasaron de ser “La Arcadia feliz”a sufrir la enfermedad, la muerte prematura y el destrozo del paisaje a causa de las minas, a partir de finales del XIX. El museo es pequeño, muy fácil de recorrer y muy bien explicado por sus amables guías.

No podíamos abandonar Entralgo sin tomar unas botellas de sidra en el “Llagar”, uno de los pocos que se conservan originales en Asturias. El llagar es oscuro, húmedo y huele mucho a sidra. Aquilino, nuestro chófer (que ya iba cogiendo confianza), nos explicó el proceso de elaboración de la sidra y Lalo, el propietario, nos escanció unos “culetes”, como dicen por esta zona. La sidra estaba riquísima.

Regresamos a Campo de Caso, pues estábamos cansados y debíamos preparar la maleta.

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